Te siento y me sientes; anoche, estabas triste.
Ancho camino, valle estrecho; lágrimas llueven en las claras del día.
Mahfoud, soñando a tu lado, te pidió lapiceros nuevos, viejos o usados. Tú al contármelo, necesitabas un minuto de silencio, que compartí contigo exhalando tus deseos.
¡Que estudie tu hijo! ¡Yo no puedo! ¡Que estudie por mi, todas las horas del día!, exclamó a tus ojos el príncipe de la arena.
Recibió tu abrazo y lo multiplicará por cientos; ya te has marchado, pero volverás morena, con tu blanca túnica al desierto.
Muchas coincidencias en nuestras almas curtidas en la desgracia, permanecen perdidas o en el oasis de dunas, mares y tormentas.
¡Alma mía, mía de mi alma!, no sufras, él te quiere, tú lo sabes.
Buenas noches, mi Granada ¡¡ | |
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